El historiador cubano Omar Sixto publicó recientemente Se acabó la diversión - La economía cubana: el salto del capitalismo al socialismo (1959-1965), donde analiza los primeros seis años del régimen castrista.
Formado en Historia en la Universidad de La Habana durante la Perestroika, el autor combina su experiencia empresarial y el autoestudio para diseccionar los procesos sociopolíticos y económicos, marcada su formación por lo que él llama “vientos de esperanzas”.
Como muchos profesionales cubanos, Sixto emigró y en tres décadas residió en varios países, donde amplió sus conocimientos y desarrolló una vida empresarial sin abandonar la historia. Lo que comenzó como tesis universitaria es hoy una obra sólida sobre el castrismo, esa “bomba de castrones” que, como la definió Carlos Alberto Montaner en 1984, sigue devastando a Cuba.
El libro desmonta la épica revolucionaria para mostrar un proceso marcado por la improvisación, los errores económicos y la falta de preparación de sus líderes. Tras un breve repaso de la Cuba próspera antes de 1959, Sixto enumera las decisiones fatales —reforma agraria, nacionalizaciones, planificación socialista e intervenciones en todos los sectores— que transformaron al país en una nación depauperada. Para él, el mayor error fue que los cubanos “entregaron su destino a un grupo heterogéneo de jóvenes, solo porque lucían bien y prometían un cambio”.
Promesa y desencanto
Tras 1959, Cuba prometió justicia social y desarrollo, pero, como muestra Sixto, las medidas fueron más ideológicas que técnicas. En pocos años, una de las economías más dinámicas de la región terminó dependiendo casi por completo de los subsidios soviéticos. La economía cubana, líder regional en los años cincuenta, se convirtió pronto en un sector sin rumbo, dirigido hacia el modelo soviético. El libro muestra cómo la estatización, la colectivización y las confiscaciones desmantelaron la estructura productiva, apoyándose el autor en datos e índices que ilustran el derrumbe.
La planificación centralizada se convirtió en un acto propagandístico más que en una herramienta de gestión...
Muestra Sixto que las decisiones se tomaban al calor de discursos y movilizaciones, sin los estudios necesarios de factibilidad ni experiencia administrativa. El resultado fue la caída de la productividad, la desaparición de la iniciativa privada, el incumplimiento continuo de los planes grandilocuentes (anuales o cuatrienales) que se imponían, incumplimiento de las leyes, incluso las que el mismo régimen dictaba, y el inicio de una larga dependencia externa, que aún perdura.
El historiador habanero subraya en el libro la brecha entre la retórica oficial y la práctica gubernamental. Numerosos planes agrícolas e industriales se anunciaban con bombos y platillos, pero rara vez llegaban a concretarse. Lo mismo ocurría con las leyes y decretos que, aunque promulgados con fuerza simbólica, carecían de mecanismos de aplicación real. La planificación centralizada se convirtió en un acto propagandístico más que en una herramienta de gestión.
Destaca Sixto que ya desde finales de 1961 se manifestaban los primeros indicios de un colapso económico y que se mantuvo durante todo el 1962. No obstante, un “irremediable optimismo” primaba entre los dirigentes del país. Y los “desajustes económicos” ya Castro los achacaba, desde marzo de 1962, a la política de Estados Unidos y no a la falta de libertad económica, desabastecimiento (lo mismo de calzado como de alimentos) producido por la ruptura de vínculos económicos sólidos con vecinos, el monopolio del comercio exterior y los cambios a la tecnología soviética, entre otras razones. La misma justificación ha sido mantenida por el poder en Cuba durante décadas.
Para el historiador, existe una línea directa entre aquellos primeros seis años y la Cuba de hoy, pues entonces “se robaron no solo casi toda la economía nacional, sino que despojaron a los cubanos de su condición de ciudadanos para convertirlos en pueblo”, y también “…la represión. Represión constante desde aquel enero hasta nuestros días”.
Inexperiencia y falta de conocimiento de los “cuadros revolucionarios”
Uno de los aportes clave del libro es mostrar cómo exguerrilleros y militantes del Partido socialista Popular (PSP) fueron convertidos en ministros y directores sin preparación en economía, derecho o administración. El caso de Antonio Núñez Jiménez, al frente del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) siendo espeleólogo y no economista, ilustra esa improvisación.
“¿Núñez Jiménez era ingeniero o economista? No, era espeleólogo”, indica Sixto en el libro. Estos dirigentes eran simples ejecutores de los caprichos del poder: podían pasar de administrar una planta de níquel a dirigir un hospital sin preparación alguna. La falta de conocimientos técnicos generó errores que hipotecaron a varias generaciones. Ejemplos como la compra de máquinas para recolectar nieve evidencian que su legitimidad no provenía de la capacidad, sino de la lealtad al régimen.
En la obra se presentan datos que dan luz a la realidad económica. Según el autor, entre 1962 y 1964, los gastos militares de la isla fueron de 10 a 15 % del presupuesto nacional, sin contabilizar el costo económico de las actividades militares. Nunca más las FAR o el MININT, han ofrecido datos de sus gastos militares, de presupuesto. Tampoco se someten a escrutinio, ni de finanzas ni de control. Esos privilegios los comparte también el consorcio militar GAESA.
Una lección para las nuevas generaciones
Más allá de la revisión histórica, el libro (hubiera preferido títulos como Ideología sobre Economía: el fin de la prosperidad en Cuba o quizás Revolución y Control: raíces de la debacle cubana) plantea una advertencia vigente: la sustitución de instituciones y saberes profesionales por consignas ideológicas y políticas conduce al fracaso. Asimismo, difiero de la afirmación de Sixto de que Ernesto Guevara se graduó de médico en Argentina. No existe evidencia documental de que obtuviera el título en la Universidad de Buenos Aires; lo que sí está comprobado es que cursó estudios de Medicina sin completarlos.
Era un país autosuficiente, competitivo, con una sociedad dinámica y emprendedora…no necesitaba autodestruirse..
Aquellas lluvias trajeron estos lodazales, es uno de los refranes españoles de la Edad Media y el Siglo de Oro, que encaja muy bien para la Cuba actual. Las leyes y planes de esa época derivaron en el estado fallido actual. El libro invita a reflexionar, especialmente a los jóvenes, sobre cómo decisiones improvisadas y violentas pueden arruinar en poco tiempo lo que tomó décadas levantar.
Con prosa clara y sólido respaldo documental, Omar Sixto rescata la memoria de un período que el régimen maquilló por décadas: años de descontrol económico, desorganización, desabasto y colapso productivo. Recuerda el autor los primeros planes obsesivos de Castro, como la desecación de la Ciénaga de Zapata o del cierre de planes que funcionaban como fue la Zona Franca del puerto de Matanzas, desde 1934 y ampliada entre 1954-1955, y la nacionalización de los 11 establecimientos Minimax Supermercados S.A.
Al desmontar los mitos de los primeros años del castrismo, el libro revela las raíces de la crisis actual y recupera la memoria de la Cuba previa a 1959: un país dinámico y con instituciones sólidas cuyo futuro fue truncado. No es solo una mirada al pasado, sino también al origen de la Cuba de hoy. Es una advertencia sobre los riesgos de gobernar con improvisación e ideología, un espejo de la crisis que aún golpea a la isla.
Sixto desea que la principal enseñanza de la obra sea demostrar “de la manera más amena posible y basado en hechos, que Cuba era todo lo contrario. Era un país autosuficiente, competitivo, con una sociedad dinámica y emprendedora… no necesitaba autodestruirse”, como viene ocurriendo todavía.
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